Parece haber un patrón preestablecido o un programa pre-equipado para todas las llamadas « Revoluciones de la Primavera Árabe »: las manifestaciones contra una autoridad vieja, corrupta y en descomposición estan reprimidas por las fuerzas policiales del régimen. Después de un tiempo, el ejército interviene para poner fin a la represión y luego se declara neutral y fuera del régimen, fuera del juego de las fuerzas políticas. Los salafistas son utilizados como espantapájaros para asustar a las fuerzas liberales, que ceden el poder al ala derecha del régimen representado por el Islam político moderado (« Enhada » en el caso de Túnez, los Hermanos Musulmanos en otros lugares). Luego, el poder se transfiere a otros sectores del antiguo régimen, sectores que no aparecían entre sus principales filas.
Formalmente, ¡fue casi un completo éxito!
Lo que sucedió durante todas las revoluciones de la Primavera Árabe, con las diferencias impuestas por las condiciones locales de cada estado: siempre, los islamistas se han comprometido en la primera línea, y siempre terminaron cediendo al poder al antiguo régimen, mientras el ejército todavía desempeña el papel de un gobierno neutral y siempre el termina con el movimiento revolucionario en una situación económica y política degradada.
En el marco político, a los liberales les gusta llamar fracaso a estas revoluciones, mientras que la izquierda tradicional atribuye este fracaso a las conspiraciones externas contra [la soberanía y] los regímenes nacionales. Todo esto muestra lo contrario de que han logrado cumplir su misión.
Podemos, por supuesto, justificar y explicar este punto de vista
Pero comencemos definiendo el modelo de movimiento de estas revoluciones desde adentro: