Texto original en árabe:

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La idea de “pueblo” no es una entidad fija ni una esencia homogénea, sino una construcción imaginaria que aparece cada vez que se invoca el poder, la revolución, la nación o la justicia. A primera vista, sugiere simplicidad: un grupo unificado con una voluntad, una voz y un interés. Pero en esencia es un nudo de contradicciones, una colección de voces disonantes y una combinación descentralizada de fuerzas, que no puede reducirse a una sola palabra.

“El pueblo” no es un árbol con una sola raíz (origen, identidad, historia), sino una red de raíces que crecen horizontalmente, se conectan, se separan, se retornan y se entrelazan sin centro, sin principio, sin fin. No existe un único punto en el que se pueda decir: “Aquí es donde el pueblo empieza” o “Aquí es donde el pueblo habla”.

En el discurso político, “el pueblo” se utiliza como fachada retórica para ocultar el conflicto de clases, la desigualdad y la violencia simbólica. Las personas diferentes, conflictivas y marginadas [que componen « el pueblo »] se transforman en una entidad única e imaginaria que cumple determinados propósitos:

• El Estado habla en nombre del pueblo para justificar la represión.

• La oposición habla en nombre del pueblo para justificar la revolución.

• La derecha y la izquierda se pelean sobre « ¿Quién es el pueblo real? »

¿Pero quiénes son realmente las personas? ¿Tiene hambre en el margen? ¿Es un burgués disfrazado de hombre popular? ¿Es un trabajador, un refugiado, un prisionero, un estudiante, un intelectual? ¿O acaso todas estas personas pertenecen a clases y tendencias superpuestas que no pueden combinarse en un solo contenedor sin negar sus características y conflictos?

Este análisis no busca la “esencia del pueblo”, sino que pregunta: ¿cómo se crea este concepto? ¿Quién lo formula? ¿Quién lo utiliza? ¿Contra quién? ¿Con qué propósito?

Es un análisis que rechaza el enfoque en la “identidad nacional” o el “interés público” y, en cambio, se centra en deconstruir la relación entre el poder, el lenguaje y la imaginación política.

¿El resultado?

« El pueblo » no es real. Es un mito político práctico, un mito con una función. Su función puede ser unificar, movilizar o justificar.

Pero es, en esencia, un dispositivo discursivo que produce poder en la misma medida en que pretende representar a quienes no tienen poder.

N.C. (Túnez)

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