Tres compañeros caídos bajo las balas fascistas

(Extrait de la brochure des anarchistes espagnols en Résistance, tome 1)

20 de Agosto de 1944 …

Tres anarquistas muertos en el maquis. Víctimas de las balas alemanas en Francia.

Tres vidas segadas en plena juventud, cuando principiaba a alborear la edad de la comprensión. Ya que cuando se pasa de treinta años, es cuando uno ve las cosas y las realiza con más juicio y cuando ejecuta un acto sabe porque lo ha hecho.

El mayor de ellos era Aguado, hombre que desde niño había pertenecido al movimiento y a la específica. Era el verdadero anarquista. Con que tuviese para el día, el resto le sobraba. Y si lo que tenía para comer debía compartirlo con alguien que no tuviera, lo hacía con mil amores. Pues para él no había privaciones, sino necesidades. ¡Lástima de vida segada ¡

El otro compañero era García. Compañero compenetrado en las ideas y el movimiento. Había sido en España secretariado de las juventudes de la región valenciana. Eso suponía que conocía a esa juventud libertaria del 31 al 39 que tanto lucho por la causa que el pueblo en general hizo suya. Esa fue su juventud.

En cuanto a Mombiola, el más joven de ellos, era el ejemplo del verdadero autodidacta, el hombre verdaderamente cultivado, dotado de inteligencia preclara. El hombre de pluma al mismo tiempo que de lucha. El que propagaba la ideas con el ejemplo. El verdadero compañero. Recuerdo que durante la guerra quisieron hacerlo comandante de un Batallón de la Columna Durruti. Y dijo: “Yo no quiero mandar a nadie, quiero ser soldado y nada más.”

En más, ni eso quera. Ya que estuvo contra la militarización. Hubiera querido ser lo que era: un miliciano del movimiento revolucionario. Movimiento que tanto incremento tomo entre el pueblo español, que defendía la causa de os trabajadores mismos. Ni superiores. Ni inferiores. Ni ricos, ni pobres. De esa transformación social, Mombiola quería ser soldado. No de un ejército de militares.

Y por no militarizarse, formo parte de un grupo de dinamiteros. Y después de la perdida de Aragón, en el batallón confederal hasta que entramos en Francia en 1939. Donde después de mil calamidades, se incorporó al maquis, en el que dejo su vida, al igual que los otros compañeros. Y tantos y tantos otros que la sacrificaron, lo mismo en Francia que en España.

En recuerdo suyo escribo estas líneas que prueban que los de les conocimos y amamos no podemos olvidarlos.

Maria MOMBIOLA

Espoir, n° 394, Aout 1969

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