Estas largas jornadas de movilizaciones nos han mostrado que el apoyo mutuo existe, y que la utopía libertaria sigue viva, pues por unos días El Arbolito y sus alrededores se convirtieron en ese lugar, ese lugar en donde el pueblo defendía, alimentaba, cuidaba, curaba y asistía al pueblo. La comida, medicina y ropa llegaba sin parar, mientras en las barricadas la guardia popular resistía los avances de la policía y despejaba cualquier bomba lacrimogena que pudiera afectar a lxs hermanxs que se encontraban al interior del parque.
En otro lado, las manos sobraban para preparar los alimentos que llegaban, nunca faltó la comida, nunca faltó el pan, en cada esquina alguien te ofrecía agua, jugo, fruta o una tarrina de comida, mientras te felicitaba y te alentaba a continuar en la lucha.
Se podian ver largas cadenas de personas moviendo piedras para construir y abastecer las barricadas, mientras al grito de ¡Médico! la brigada asistía para movilizar y atender a lxs compañerxs heridxs en batalla.
Así, cada unx de nosotrxs aportábamos y contribuíamos, en el campo de batalla, en la cadena, en el albergue, en la cocina, en la brigada médica, y en cada uno de los lugares que permitió que esta movilización sea posible.